Esta mañana, en Leganés, su pueblo y el nuestro, se nos ha muerto como del covid Manuel Herrera Infante, con quien tanto queríamos. Bien se merece que estas líneas que siguen fuesen un romance o una copla, pero nos va a tener que perdonar otra vez, y no será la última. Sus amigos de Patrañas solo firmamos versos tristes que no dan ni para tercetos. El perdón que más le costaba otorgar a los de Patrañas era que no creyésemos en el cielo. Pero en el cielo está Manuel Herrera ahora mismo, contratado por toda la eternidad para hacer coplas y sátiras, ahora sí, a los santos mártires del paro y la jubilación que le acompañan. Allí estará esperando inútilmente a sus amigos descreídos, que jamás daremos con semejante balcón, tan concurrido de almas que, como él, nunca tuvieron prisa por ocupar su plaza. Al menos a mí nunca me confesó Manuel Herrera que deseara cambiar Leganés y Patrañas por el cielo o las sátiras a nuestros sacrosantos defectos dedicadas por romances sobre las virtudes y el aburrimiento de la corte celestial. Y como esto es así, como está en el cielo muy a su pesar, en Patrañas afirmamos que nunca se irá de aquí, de entre nuestros papeles y demás ocupaciones ilegales, mientras queden lectores de sus premiadísimos cuentos, que editamos en nuestra colección de Cronopios, o una sonrisa en el recuerdo de cuantos le oímos recitar sus coplas. Prometido. A los que tuvimos la suerte de querer a este hombre bueno nos queda la certeza de que también en el cielo encontrará su público, pues son innumerables las buenas gentes, jubiladas o paradas o simplemente suicidas, que como él creían en el cielo. Otra cosa es que entre ellos el entusiasmo por sus versos pueda equipararse al nuestro. Manuel Herrera se lo tendrá que currar, pero eso no le va a asustar, pues como el buen electricista que siempre fue sabrá a qué corriente enchufarse para hacerse aplaudir.
Lo prometido, hermano, nunca te olvidaremos en Patrañas y en EscribirAdrede.
Andrés Mencía.
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