Estatuas humanas: «La calle tiene su encanto, pero también es muy dura»
31/08/2006Cada vez más localidades se acuerdan de las estatuas humanas para sus fiestas patronales, pero Leganés fue la primera en España en organizar un concurso puro para premiar el estatismo callejero, según le consta a su área de Festejos. Han pasado cinco años desde entonces, y cada año la cita es más reconocida por los propios artistas, que la sitúan como la más importante de España y a la altura de otros certámenes internacionales como el holandés.
Entre estos artistas se encuentran los argentinos Alicia Edith Hecht y Carlos González, que este año han recibido el recién instaurado Premio Especial del Público por su representación de «La Piedad».
¿Cómo llega alguien a «convertirse» en una estatua?
(Alicia) Somos actores, yo soy maestra de Educación Plástica e hice teatro en Argentina, vine acá, a Barcelona, y he tratado de seguir trabajando con la expresión, también haciendo esto. Carlos es fotógrafo y pinta.
¿Trabajan siempre juntos?
No, cuando trabajo sola me transformo en una bailarina de ballet clásico y en una réplica de la Venus de los Cajones de DalÃ. Carlos también hace otra réplica de DalÃ, el Hombre con Violoncello Blando, y se está preparando un Lennon en una cajita de música.
Su «Piedad» ha obtenido el Premio Especial del Público de Leganés, ¿hubieran preferido el que concedÃan los expertos al estatismo, el movimiento o el vestuario?
Cualquier premio está bien, porque significa que avanzas, que lo estás haciendo bien. El del público, además, económicamente era mejor.
¿Cuál es la rutina de una estatua humana?
Según el dÃa. Hubo épocas en que sà seguÃa una rutina diaria, pero ahora a veces estás en la calle, a veces en «bolos», a veces haces «performances» en recepciones o bodas… es que la calle tiene su encanto pero también cansa mucho. Cuando trabajas en la calle lo haces 3 o 4 horas como mucho, y antes te maquillas y caracterizas otros tres cuartos de hora, y calientas un poco; es un trabajo, muy cansado.
¿Qué es lo peor?
Las inclemencias del tiempo: a veces llueve y no se puede trabajar, se siente mucho el frÃo o el calor. El vestuario también es muy delicado, y luego tienes que estar muy pendiente de que la gente menos respetuosa no te toque ni te tire nada.
¿Serán los menos?
Claro, la gente en general es bastante respetuosa, pero hay de todo y no hay nadie vigilándote.
¿Y lo mejor de este trabajo?
La independencia, la libertad, poder disponer de tu tiempo y hacer lo que te gusta. No me gustarÃa dedicarme toda la vida a esto, pero sà al teatro y la expresión.
¿No faltarán las anécdotas?
No, sobre todo por parte de los niños, que echan a volar su fantasÃa. También los mayores se preguntan si eres de verdad o de mentira, pero algún niño a veces se te abraza a la pierna o se pregunta si la estatua está rota cuando echan una moneda y no nos movemos: es que con «La Piedad», más seria, tratamos de mantener el estatismo.
¿No se les escapa la risa a veces?
SÃ, a veces te mueves por eso: estás muy concentrado y no mueves la mirada, pero sà escuchas, ¡y hay gente muy graciosa que hace cada comentario!
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