Una de pintura, por favor.

20/12/2006

«Navegaciones» es el título de una exposición con el que Sara Yohuate, una joven artísta de nuestro tiempo, se presenta en la sala de exposiciones de Antonio Machado de Leganés, y que estará vigente hasta el próximo dia 14 de enero del 2007.


Sara Nogueira se presenta ante nosotros como una artista polifacética. Su primer acercamiento al arte se dio durante sus estudios en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Aprovechando el programa europeo Erasmus, decidió estudiar durante un año en París, y así, poder participar en algunos proyectos de arquitectura. Fue en el verano de 1998 cuando tuvo sus primeros contactos con la moda, al convertirse en el ayudante de un importante diseñador de la Alta Costura, Christophe Rouxel. A partir de entonces, Nogueira quiso diseñar su propia línea de moda, y sería en el 2000, cuando se presente ante nosotros bajo el nombre de Sara Yohuate. Sus modelos pasearon en desfiles tan importantes como la Pasarela Cibeles de Madrid en 2002 y 2003, y la Pasarela de Murcia Abierta en 2004.

Pero no contenta con sus metas alcanzadas en el campo de la moda, emprendió otros caminos artísticos, como por ejemplo, la danza y la pintura. Este último comenzó en el 2004 cuando expuso en la Galería Mississippi de Madrid. Pero solamente un año más tarde, sus obras viajaron por mar hasta territorio mallorquín para ser presentadas en la Galería Can Cardaix, de Artá. Fue, a principios de este año, cuando decidió volver a Madrid y escogió la Galería Larra para exponer nuevas obras. Sin embargo, no quiso acabar el año sin reaparecer con sus trabajos, y es por ese motivo, que desde el día 14 de diciembre de este año hasta el 14 de enero del 2007, estará presente en la localidad madrileña de Leganés. Por tanto, podremos disfrutar de una nueva muestra de sus obras en la Galería Antonio Machado, donde se vuelven a incluir algunos de los trabajos ya expuestos.

Sin embargo, todos los campos artísticos en los que ella ha destacado no parecen estar ajenos unos de otros. Esto es fácilmente detectable en algunas de las características de su pintura, como por ejemplo, el color. Su gama cromática nos recuerda a sus diseños que hoy pasean por los desfiles de moda, y que destacan por la variedad y la brillantez de sus colores. Mezcla, por tanto, desde terrosos como el naranja, el rojo o el burdeos, hasta los fríos, como el verde, el azul, el gris y en último término, el negro. Esta gran variedad de tonos se mueven por el espacio del cuadro siguiendo su propia libertad de expresión, y se superponen unos sobre otros, como hace al sobreponer un pantalón bermuda sobre un pantalón largo de distinto color. Pero, por si fuera poco, las masas de pintura que dispone sobre el propio lienzo, parecen estar arrancadas en parte, donde percibimos nuevamente otra cierta similitud con el rasgueo de algunas de sus prendas, que se presentan ante nosotros como si hubieran sido destrozadas por uñadas de gato.

Nada más ver sus cuadros, nos damos cuenta, que Sara Yohuate no se aleja mucho de los estilos vanguardistas. Parece haber sido absorbida por la abstracción en ese vaivén de colores que van de allá para acá, sin un destino fijo, y que simplemente son el resultado del poder que su genio interior ejerce sobre ella, como ya hizo Pollock, un artista de renombre del siglo XX, conocido por la abstracción de sus cuadros que sólo Peggy Gugemheim supo entender. Pero, además, algunos de los cuadros de la exposición madrileña son completados con algunas manchas de pintura que parecen haber nacido del simple goteo de la materia pictórica al resbala por la brocha del pintor, técnica conocida como dripping, que inventó el propio Pollock, y con la que conseguía recorrer todo el lienzo, de un lado para otro, dejándose llevar por una fuerza artística que nacía desde el interior de su propio ser.

Pero, Yohuate necesita algo más para llegar a expresar aquello que pretende, y es por ello que no renuncia a la figura humana, y la presenta muchas veces oculta tras estos trazos íntimamente pensados. Se descubren, por tanto, figuras femeninas que adoptan diferentes posturas. Gracias a la danza, ella entendió y asimiló que el cuerpo humano se puede valer por sí mismo para expresarse. Es, por ello, una de las razones, por las cuales, contó con bailarines profesionales en algunos de sus desfiles, donde buscaba expresar comodidad, elasticidad, y todas aquellas características con las que podríamos definir su costura. Este mismo factor de expresión corporal quiso llevarlo a su pintura, donde sus figuras van desde las simples poses estáticas, como por ejemplo, el retrato de su familia, hasta poses complicadas extraídas posiblemente de un instante observado.

Sin embargo, el punto principal de atracción del espectador hacia su obra son las miradas. La expresión de los ojos, en su mayoría grandes, que miran fijamente al público que observa sus obras, hace de fuerza imantadora que une ambos elementos, transportando al mismo espectador a ese mundo pictórico. Así, el que mira desde fuera es capaz de entender lo que desde dentro se pretende contar, por ejemplo, una mirada enfocada hacia abajo, un hombre ligeramente encogido hacia el rostro, y una leve sonrisa, puede hacernos pensar en una figura totalmente abstraída en un pensamiento que le resulta agradable, y está ajena al mundo exterior; o por otro lado, una mirada fija, directa y agresora se puede interpretar desde simple la maldad, como es el caso de “Pícaro”, hasta una demanda de socorro como en “Viene el cayuco”, donde una de las tres figuras, con ojos bien abiertos, parece adelantarnos de que algo malo va a ocurrir.

En conclusión, como cualquier barman que se dispone a preparar sus mejores cócteles, Sara Yohuate cuenta con un armario mental, muy bien formado, ordenado y preparado, del que va extrayendo parte de su contenido de manera dosificada. De tal manera que, con una pizca de historia artística, otra de experiencia profesional, y otra más de innovación, agitadas, junto a ciertos colores que ella considera más expresivos, consigue una armonía de la que emana una serie de emociones y sensaciones que navegan por el lienzo, y hasta el degustador más insípido podrá apreciar.

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