Una película sobre un niño de la Ciudad de los Muchachos pone de actualidad la obra del leonés ‘Tío Alberto’, su fundador

22/01/2006

«Al Jaramillo, al Pajillas, al Cordobés, al Cantamañanas, al Pancracio, al Pablo, al Pistolas, al Murciano, al Palencia, al Cartagenero, al Milocho, al Firbida, a la Helga, al Perfecto, al Miguel Angel, al Yogui, al Enano, al Mazas, a la Marita, al Pío, al Rubio y a todos los demás».

Tío Alberto y sus muchachos en una foto de archivo Es la dedicatoria de uno de los poemas del leonés Alberto Muñiz, ‘Tío Alberto’, uno de nuestros tipos más singulares y solidarios. En la larga lista de recuerdos de su autor se intuye los personajes a los que va dirigido, a algunos de los cientos de niños que han pasado por esa Ciudad Escuela de los Muchachos desde que la pusiera en pie en Leganés en el año 70. En el poema que lleva esta dedicatoria se intuye lo que ha sido su vida: «Abro la tierra / la carne / y siembro como puedo. // Con mi mano por delante / con mi puño ahogado / a un brazal de cuero -un regalo del gitano aquel- / abro la tierra / la carne / y siembro como puedo. // ¿Qué más puedo hacer?».

Nació en León hace 67 años. En eso que por estas tierras solemos definir como ‘de buena familia’. Estudió arquitectura, una de esas profesiones con las que se aprueban siempre las oposiciones a rico, y también se ganó fama de diseñador de altura.

Pero no se presentó a las oposiciones a rico sino que puso los compases y líneas de arquitecto al servicio de una singular ciudad pensada para olvidados, pobres, solitarios, marginados, cabrones… pero siempre niños. Los niños eran su pasión, para ellos creó su ciudad, la CEMU, un espacio refugio en el que se ve su mano profesional. «Yo hago todo esto, en primer lugar, para satisfacer la necesidad que tengo de ayudar a los más inocentes. Y si uno no está a gusto con su vida poco puede hacer por los que le rodean. No oculto que me gusta vivir como un burgués, no creo que esté reñido con ni sea incompatible con la entrega a los que crees que te necesitan».

Una lección con 13 años. Alberto Muñiz tiene muy claro cuando arrancó su interés por la vida que hoy lleva, la que ha llevado siempre. «Estaba en León. Tenía 13 años y andaba como deprimido, ni siquiera me apetecía ir al cine, que era lo que más me gustaba del mundo. En mi vagar por las calles encontré a un niño, Juan Ramón se llamaba, vivía como un vagabundo y me enseñó muchas cosas. El no tenía nada, en mi casa había de casi todo, y él me dio la lección más preciada: ‘Todo lo que no des… acabará por perderse’, me dijo dándome algo él a mí». Y ‘Tío Alberto’, que es un soñador, acaba la historia contando sin ningún rubor que «estoy seguro que era un ángel, desapareció sin más y nunca volví a verlo. Me había invitado a seguirle pero no le hice caso».

El padre Silva. Siempre ha tenido la sensación de que se equivocó no siguiendo a Juan Ramón pero la vida, como el cartero, siempre llama dos veces. Las palabras de Juan Ramón le ayudaron a salir de la depresión, se dio cuenta de que era injusta su tristeza y siguió sus estudios, de manera brillante. Un día se le cruzó en el camino otro personaje curioso, el padre Silva, que llevaba ‘a cuestas’ su Circo de los Muchachos. «Era un bienaventurado, otro ángel, y en esta ocasión no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad. Era el segundo tren y me subí en marcha, no desperdicié la ocasión, lo dejé todo y me fui con él. Después me independicé y así nació la Ciudad Escuela de los Muchachos de Leganés».

Han pasado más de 35 años y miles de niños procedentes de todo tipo de situaciones marginales, ahora llegan muchos inmigrantes, aquellas puertas siempre están abiertas, como el corazón de Tío Alberto. Residen habitualmente cerca de un centenar de niños internos y unos 600 externos, hay un alcalde, votado por todos los muchachos y el segundo más votado se convierte en teniente de alcalde. En los últimos años ha habido un alto porcentaje de alumnado inmigrante, que presenta, a veces, un desconocimiento total o parcial del idioma castellano o una situación familiar con unos ingresos económicos muy bajos. Allí está su mejor hogar.

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