Entrevista Carlos Monedero . Podemos. El 6 de febrero a las 18.30 en el Agora de Getafe. Podremos discutir con él.

02/02/2014

El politólogo, uno de los firmantes del manifiesto que ha lanzado Podemos, defiende la necesidad de un frente común contra el austericidio cuyo programa y liderazgo emanen de la ciudadanía. Sobre el rechazo de IU a las primarias abiertas: «Igual no es una decisión que le corresponde a Cayo Lara sino a los órganos de dirección»


«Podemos es un aguijón en la complacencia de la política institucional. Son vitaminas para la desobediencia y la falta de resignación». El profesor de Ciencias Políticas de la UCM Juan Carlos Monedero (1963, Madrid) encabeza con su firma el manifiesto que sirvió de pistoletazo de salida de Podemos, el proyecto político que tiene su cara más reconocible en el también politólogo y presentador de televisión Pablo Iglesias.
Los motivos que le han llevado a implicarse directamente en Podemos los expone en su último libro, Curso urgente de política para gente decente (Seix Barral, 2013), y, dice, siguen plenamente vigentes. Monedero visita la redacción de eldiario.es para exponer su visión de la crisis económica y política y para emplazar a las fuerzas de izquierda a abrirse y sumar para detener «el austericidio» impuesto por la troika.
El libro se titula Curso urgente de política para gente decente. ¿No hay gente decente en la política española?
Casi lo contrario. «Curso urgente» porque se está cambiando el contrato social en Europa: o nos damos prisa o, si se consolida, luego será muy difícil cambiarlo. Y «decente» porque la gente tiene que entender que lo que está pasando ocurre porque han delegado y se han quedado sin herramientas para gestionar su propia vida. La decencia y la dignidad comparten raíz en su origen indoeuropeo (dec-), que hace referencia a algo que te pertenece y no te pueden quitar ni en la peor de las condiciones.
En un mundo donde todo se ha convertido en mercancía, incluida la política, o recuperamos el control de las decisiones colectivas, o estamos condenados a ser objetos mercantiles en un mundo sin dignidad.
Dice que el contrato social se está modificando, ¿pensábamos que era inamovible, que no hacía falta protegerlo porque no corría peligro?
Hay una arremetida del capital. Se ha venido haciendo fuerte para cambiar las reglas básicas de convivencia. Por ejemplo, estas mismas Navidades una empresa se permitía el lujo humillante de sortear un puesto de trabajo como señal clara de que hemos perdido lo que ha sido el pivote de nuestra democracia, que es el derecho a un trabajo digno.
En el libro dice que no podemos delegar y que tampoco vale con recordar que somos inocentes mientras señalamos que hay políticos que son unos sinvergüenzas.
El proceso de delegación ha implicado una cartelización de los partidos: dejan de ser órganos de la sociedad y pasan a ser del Estado. Ya no viven de las cuotas ni se definen por cuestiones ideológicas, sino por captar el mayor número de votos. Entienden que es más importante tener detrás a un medio de comunicación que a un sindicato; se identifican más con líderes que con ideologías…
Si tú delegas todo (tu ocio, tu educación, tu participación política), al final estás desarmado y, si por las razones que sean se te cierra el acceso a esos elementos, no tienes herramientas para defenderte. Has entregado tus armas, el que iba a defenderte se ha convertido en tu enemigo y ni siquiera entiendes qué ha pasado. Como dijo Ortega y Gasset: «Lo que nos pasa es que no sabemos qué nos pasa».
Parece que la gente esté perpleja, que no entiende.
Todo se ha convertido en mercancía, y nosotros también, por lo que somos objeto de subasta en el mercado cotidiano. La gente canalla está muy envalentonada porque, si todo son mercancías, lo único que les separa de ser el nuevo emperador es el dinero. Pero la gente decente, la gente que no quiere ser devorada pero no quiere devorar; que no quiere ser víctima pero tampoco verdugo; que no quiere vivir en el mundo avasallando y humillando…
Con las armas melladas del viejo pensamiento no entendemos nada. Si queremos enfrentar los cambios en el mercado de trabajo con los criterios productivistas de jornada laboral de ocho horas, de competitividad del modelo anterior, no vamos a ningún lado. Cometemos errores como alargar la edad de jubilación o la jornada laboral.
Pero eso se intentó en Francia y aquella experiencia duró poco y fue un fracaso en términos políticos.
Porque el enemigo es global y las respuestas son nacionales, por lo que estás condenado a fracasar. Por eso es tan importante reinventar Europa, porque la única posibilidad que tenemos es en un ámbito supranacional. Sin cambiar el euro, las políticas de austeridad, sin replantear la autonomía del capital financiero…
No hay que salir de Europa, entonces.
Abandonar Europa sería como romper los telares porque generaban desempleo cuando lo que hay que hacer es ponerlos a tu servicio; igual que no se trata de romper los ordenadores, sino de hacerte hacker. No se trata de romper el euro, sino de reinventar otra Europa y otra moneda común.
Hace 40 años la izquierda hizo el diagnóstico de la crisis del Estado social y la derecha compró ese diagnóstico pero planteó una terapia más agresiva que consistía en cambiar el sentido común: abrir las fronteras, privatizar los bienes públicos, controlar los medios de comunicación, rebajar el acceso a las universidades, convertir la escuela en una especie de formación profesional…
Nos han convertido en zombis, en una sociedad de empresarios donde el mensaje es que cada uno seamos empresarios de nosotros mismos, de manera que nos organizamos en la vida como empresarios: estudias para colocarte mejor, te autoexplotas, etcétera.
Competimos entre nosotros como si fuéramos empresas.
Sí, y se asienta en tres elementos: el mercantilismo, la individualidad y, en tercer lugar, a través de la desconexión. En un mundo supuestamente conectado hay una gran desconexión que se traduce en el hecho de que no conoces a tu vecino, que vivimos en ciudades donde realmente no podemos encontrarnos ni conocernos. No quedan espacios para salirte, como Neo en Matrix, no hay nada que te chirríe para dar un paso a un lado y decir: «Pero qué vida llevo, si trabajo más que un esclavo en Grecia; si no soy feliz; si casi todo lo que hago, lo hago con la nariz tapada».
Ese no vernos en las calles, no conocernos y no interactuar se rompió en el 15M.
La pregunta que me hacen mucho por América Latina es: «Oye, el 15M sólo ha valido para traer al PP y para empeorar las condiciones de vida». Pero ese es un mal análisis porque todo este empeoramiento iba a venir igual, forma parte del modus operandi del régimen del 78. Lo puso en marcha el PSOE y lo ejecuta el PP, pero podría ser perfectamente al revés: lo podía haber puesto en marcha el PP y lo habría ejecutado el PSOE sin mover un músculo.
Sin el 15M nos pasaría lo mismo, pero encima la gente vería que es la única alternativa. El 15M les ha enseñado que esto no es una crisis, que es una estafa. Gamonal es una señal de la importancia del 15M, es una expresión del aprendizaje puesto en marcha desde entonces. Los vecinos desconfiaron de un alcalde que les dijo: «Vale, tenéis razón, regresad a vuestras casas». Y la gente dijo: «No, he aprendido que, si regreso a mi casa, estoy perdido». Y la gente se quedó.
Al mismo tiempo el 15M es una válvula de presión para los partidos de la izquierda. Ha apelado a la estructura de los partidos desde el centro a la izquierda, PSOE, IU, ICV, Bildu…, está haciendo su tarea donde le corresponde.
Dice que el trabajo del 15M es lento por definición. ¿Podemos es una manera de acelerar el proceso ante la urgencia en la que estamos?
Podemos es un aguijón en la complacencia de la política institucional. Son vitaminas para la desobediencia y la falta de resignación. Podemos es una piedra en el estanque: no es una piedra contra nadie, remueve unas aguas que estaban estancadas y donde había mucha gente que quería que entrara oxígeno y no entraba.
Somos ciudadanos normales implicados de siempre en la política que reclamamos que la ciudadanía se implique y encuentre razones para saber que sí que se pueden cambiar las cosas y para emplazar a los partidos políticos antitroika y antiaustericidio con compromiso radical con los derechos humanos para que den los pasos necesarios para salir de esta resignación y de estas aguas estancadas.
¿Y qué es, entonces, Podemos?
No es un partido ni una candidatura ni un programa, porque todas esas cosas las tiene que hacer la gente desde abajo y discutiendo. Con Podemos no queremos ni unas nubes ni la luna, queremos el cielo entero. Y, como dice el poeta Juan Carlos Mestre, «las estrellas son para quien las trabaja».
El manifiesto con el que se lanzó Podemos es muy amplio y habla de nacionalizar la banca y también del 99% y «de los de arriba y los de abajo».
Y habla de la emoción. Claro.
Pero me refiero más a los diez puntos del manifiesto.
La política es agregación y, cuando agregas cosas en el resultado final, hay cosas que te gustan más y otras que te gustan menos. Yo me identifico más con la primera parte; otros, que han encontrado también razones para apoyar a Podemos, igual se identifican más con los diez puntos.
En cualquier caso lo que está emocionando por todo el Estado es precisamente lo novedoso, el emplazamiento para construir una nueva política. Por tanto, cuando tengamos que discutir las bases programáticas, lo que va a pesar más no son las estructuras burocráticas, sino el entusiasmo de quien otra vez entiende que no está escrito que haya que resignarse.
Esa renovación, antes de lanzar Podemos, intentaron ejecutarla en una estructura preexistente como es IU.
Yo ahí no estaba. Nosotros nos empezamos a preguntar qué estaba pasando cuando se rompe Suma [el intento de armar una candidatura amplia alrededor de IU] porque, como ciudadanos, pensábamos que iba a haber la inteligencia suficiente como para implicar a la ciudadanía.
Nos damos cuenta de que hace falta que surja algo desde fuera que aguijonee esa lógica perversa y complaciente que no le importa perder una oportunidad tan importante como unas elecciones europeas en un momento donde la troika nos está asfixiando.
Algunos que hacemos este análisis le planteamos a Pablo: «Tenemos obligaciones como ciudadanos; no podemos quedarnos mirando cómo se nos desmorona nuestro país; tenemos que hacer lo que nos toca como ciudadanos y tenemos que decir a la ciudadanía ‘vamos que podemos, vamos a reemocionarnos'».
Decía antes que en la antigua política existe una preponderancia del liderazgo sobre la ideología y, sin embargo, Podemos necesita un liderazgo reconocible para presentarse y lograr apoyos.
No es una contradicción, sino una lectura correcta de la debilidad de la democracia española. Es evidente que presentar a Pablo es un recurso para romper las inercias: ojalá los partidos progresistas españoles hubieran tenido la fortaleza suficiente como para impedir la reforma del artículo 135 de la Constitución o para plantar cara a las políticas de recortes que golpean el artículo 1 de la Carta Magna.
Pero la constatación de esta profunda debilidad es que sólo podemos tirar una piedra; y una piedra la tira un brazo, pero la piedra no es lo relevante, sino las olas que produce. Y es en las olas donde Podemos es un proyecto radicalmente de la ciudadanía. Y esa ciudadanía empoderada va a elegir quién quiere que encabece la lista, que no tiene por qué ser Pablo Iglesias.
La contradicción no es sino la única salida que se nos ha ocurrido en un momento de gran debilidad de la democracia española.
El objetivo primero es crear una red de círculos por toda España que irán destinados a formar un partido y luego concurrir a las Europeas.
Hay pasos previos. El primero es crear esos círculos donde puede estar gente que puede estar militando en diferentes partidos. A mí me emocionaría que los círculos de Podemos se encargasen de los comedores populares en todo el Estado y que fuéramos nosotros desde esos círculos quienes ayudáramos a toda la gente con dificultades para alimentarse. Y puedes militar en IU, Equo o IA y encontrarte en algo novedoso donde lo que nos interesa es lo que nos une, no lo que nos separa. Y eso permitirá reencontrarnos a todas las fuerzas progresistas sobre la base de lo que compartimos.
Una vez que tenemos esas estructuras estamos emplazando a las fuerzas para que asuman nuestra metodología: que abran las primarias a toda la gente.
Cayo Lara ya ha rechazado unas primarias abiertas.
Igual no es una decisión que le corresponde a Cayo Lara, sino a los órganos de dirección de IU, porque IU es un partido democrático.
¿Tendrán que asumir el manifiesto?
No, no.
Pero ya hay partidos que asumen las primarias abiertas.
Pues ahí nos tendremos que poner de acuerdo. Si compartimos una metodología que implica emplazar a la ciudadanía a que se corresponsabilice, de lanzar un mensaje a los partidos de que tienen que empezar a cambiar su forma de operar y meter elementos heredados del 15M en su funcionamiento y mantener un presupuesto político amplio de lucha contra el austericidio y defensa de los derechos humanos, ahí tenemos una base de entendimiento.
Sería una frivolidad que eso que asombró al mundo y que generó una mirada de simpatía en todo el planeta de repente lo dilapidemos. Seríamos unos frívolos. Por eso hemos decidido tirar esta piedra al estanque.

Manuel Espinar

www.culturaypaz.org

www.rumboagaza.org

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