Una nueva mitología se está fraguando delante mismo de nuestras narices. Tiene todos los rasgos de una nueva religión y, en muchos casos, esa fe substituye ya con ventaja a las viejas y gastadas creencias.
Al frente de esta religión está la Gran Diosa EconomÃa, heredera de las grandes hipóstasis de la Antigüedad, gracias a las cuales conceptos enigmáticos y convenientes, como Fortuna, Victoria, Paz o Libertad, se personalizaban primero y se sacralizaban a renglón seguido. EconomÃa es la diosa a la que todo se sacrifica. Antigua divinidad doméstica, enemiga mortal de su hermana EcologÃa y mundialmente célebre por sus crisis periódicas de histeria, ella nos promete felicidad tan pronto como esté satisfecha – pero nunca parece estar satisfecha y siempre exige más sacrificios.
Recientemente (en términos universales, digo) hemos asistido a su matrimonio inquebrantable con el dios Mercado, en la raÃz de cuyo nombre (Merc-) podemos todavÃa percibir los acentos de tantos otros dioses y advocaciones vinculadas al comercio y a los ladrones: Mercurio o la Merced, pongo por caso. Como esposo de EconomÃa tiene un gran trabajo que hacer: regular sus ciclos periódicos de malhumor contra los mortales. El dios Mercado es, como lado masculino de la coyunda, lo Sagrado, lo Incuestionable: poner en duda sus poderes testiculares asà como su vÃnculo natural con EconomÃa es un gran tabú, y a quienquiera que se le ocurra tendrá que sufrir graves acusaciones y persecuciones sin cuento – y sin embargo (perdóneseme la herejÃa), el vÃnculo que les une tiene todo el aire de una fe supersticiosa: nada prueba que el dios Mercado sepa regular el carácter hostil que la diosa muestra hacia los mortales.
Como le sucede al viejo dios uno y trino de la religión católica, o a la Hidra de múltiples cabezas, el dios Mercado también conoce a las Personas del Verbo. En su forma plural (los Mercados), exhibe su naturaleza irracional, infantil, caprichosa y agresiva, pues éstos siempre han de ser “calmados”, “tranquilizados”, etc. Para propiciarlos, hay que seducirlos y asà también congraciarse con la diosa: eso se consigue, al parecer, mediante una buena «imagen» (por ejemplo, «la imagen de España»).
Entre los hijos, primos y demás familia de esta sagrada coyunda hay una constelación de pequeñas y no menos poderosas divinidades menores. En primer lugar hay que hablar del dios Empleo. Escaso y esquivo, constituye la Gran Coartada, la Gran Invocación – el amuleto en cuyo nombre (en la forma, por ejemplo, la “Creación, Generación de Empleo”) se permiten todas las violaciones, todas las agresiones y tropelÃas.
Estas violaciones de los mortales son perpetradas por las 9 Reformas. Como las HarpÃas o las Furias de la mitologÃa grecolatina, las Reformas pretenden no dejar tÃtere con cabeza: sientan bien a EconomÃa, pero dañan a la gente sin compasión. Instrumento efectivo de los sacrificios exigidos por la Diosa, sus nombres se repiten incesantemente como mantras a través de todos los Medios de Comunicación. Pegando la oreja a la radio o al televisor, podemos escuchar en boca de los imames llamados “periodistas” tres Dades, tres Encias y tres Ciones: las Dades son Competitividad, Flexibilidad y Productividad; las Encias son Excelencia, Eficiencia y Transparencia; y las Ciones, Desregulación, Privatización y Liberalización
(P.D. Es posible que haya más Reformas que estas 9, y el lector con buen oÃdo es animado a pegar hebra y seguir anotando, pero la misteriosa simetrÃa nominal exigida por las MitologÃas de prestigio aconsejaban este bonito número, igual que el de la Musas, y su reparto por trÃos).
La nueva MitologÃa ha generado, naturalmente, sus coros eclesiásticos, sus instituciones y sus principados, poderes y potestades. En primer lugar en este capÃtulo habrÃa que mencionar a las Siglas: sacerdotes e intérpretes infalibles de la voluntad de la diosa y de sus machos superiores, los Mercados. Ellas saben lo que EconomÃa o los Mercados “desean”, “exigen”, “esperan”, “demandan”, etc. Entre las Siglas más recurrentes e influyentes podemos citar a FMI, OCDE, BM, OMC, UE, BCE (aunque, ciertamente, a veces estos hipocorÃsticos mutan en advocaciones de tipo local como “Bruselas”, “BerlÃn” o “Washington”).
Junto a las Siglas debemos mencionar a las Agencias, divinidades propias del folklore norteamericano, que constituyen una forma especial de Encias. Vigilantes activos (de ahà su nombre) de la aplicación de las Reformas, su poder es inmenso, porque son los emisarios (ángeles justicieros) de los irracionales Mercados y traducen en cifras los deseos insaciables de EconomÃa.
N. B. El dios Dinero ha desaparecido de la nueva MitologÃa: no se habla de él. Se habla de financiación, inversiones, capitalización, recursos económicos y otras mil expresiones, pero mentar al «Dinero» es de mal gusto…
N.B. 2 Nótese que en este marco de creencias, la gente no tiene mayor importancia. Cuando se la menciona se hace bajo advocaciones que ponen de relieve su condición de practicantes y creyentes de la fe económica: no diga ciudadano o trabajador, no diga siquiera gente o pueblo – diga consumidor, contribuyente, empleado/desempleado, etc.
De las gentes sólo se espera que no ofrezcan resistencia a los sacrificios efectuados en el altar de la diosa EconomÃa: si el sermón desde el púlpito no basta, la policÃa termina la faena.
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