Un instituto de Leganés reduce a la mitad el fracaso escolar en cuatro años

12/06/2011

El instituto Julio Verne ha logrado en cuatro años bajar a la mitad la tasa de fracaso escolar al terminar la ESO, con un modelo educativo y de convivencia activo, impulsado por la dirección y basado en atención individualizada, clases amenas, implicación y satisfacción del profesorado.


«No vendemos humo. La escuela pública mejora no sólo con dinero, sino con actitud. Muchas veces nos perdemos en ideología y zarandajas», enfatiza el director, Juan José Nieto.

Así, el fracaso escolar, asegura, ha bajado al 14 por ciento y los repetidores de primero de ESO al 13 por ciento.

No es de la noche a la mañana, sino por el esfuerzo del equipo humano y la mejora de instalaciones, explica Nieto, que lleva siete al frente del centro.

Para evitar males en la secundaria, agrega, también que hay que reforzar la educación en primaria, donde un factor negativo puede ser el envejecimiento de maestros.

Este centro de Leganés es un «ser vivo» formado por un millar largo de alumnos de ESO, Bachillerato, FP y Programas de Cualificación Profesional Inicial (PCPI) y un centenar de docentes, siempre atentos a programas nacionales y europeos de movilidad e intercambio.

Pero también se implican, al menos una parte, fuera del aula: un mercadillo para un viaje de estudios, una feria del ocio, la Jornada Mundial de la Juventud o la construcción de un colegio en Kenia.

Además, se organiza una escuela de padres, otra de alimentación o se da formación sobre acoso en la red.

El proyecto estrella cumple seis años: la tutoría personalizada para los muchachos (unos 85) con más problemas personales, sociales o académicos, a cargo de profesores voluntarios que «luchan» por recuperarlos antes de que acaben expulsados.

«Es importante que los alumnos perciban que los quieren», asegura Nieto, que saluda a estudiantes por el nombre o les pregunta por cuestiones personales mientras recorre con Efe aulas, laboratorios y talleres, donde el orden y la limpieza son norma.

Además, se trabaja el aprendizaje «colaborativo», en el que los alumnos con más capacidad ayudan a otros.

Entretanto, los grupos de PCPI «progresan adecuadamente», también gracias a la implicación docente.

El factor humano es fundamental: equipos directivos que tiren y enseñantes que se lo crean, pero hay que incentivar en la carrera profesional o económicamente a quien se esfuerza, apostilla el director, que preside la plataforma «Mejora tu escuela pública».

Maribel, la coordinadora del primer ciclo de ESO, subraya que los profesores se sienten respaldados por la dirección en sus iniciativas; ella trabaja «muy a gusto» y busca que los alumnos se sientan igual.

Y Victoria, psicóloga y profesora de Formación y Orientación Laboral, destaca la calidad humana y el liderazgo de la dirección y remata: «La clase tiene que estar impregnada de inteligencia emocional».

La jefa del Departamento de Orientación, Sagrario Jiménez, asegura que existe, en general, predisposición del claustro para implicarse. Si alguien no está dispuesto, «pronto se deja llevar por la mayoría».

Según la encuesta interna del curso 2009-2010, contestada por 46 docentes, el 92 por ciento estaba satisfecho de trabajar en el centro y el 98 por ciento valoraba la facilidad de comunicación con el equipo directivo.

Aparte, el centro dispone de medios materiales, a los que simplemente hace falta sacarles partido, dice el director, aunque el 43,5 por ciento de docentes encuestados consideraba que los recursos no eran suficientes.

¿Y qué es lo mejor para los alumnos? «El ambiente, nos tratan con respeto; la cercanía de los profesores». Es, al menos, lo que opinan algunos.

Los muchachos tienen que venir relajados, a disfrutar, corrobora el coordinador de actividades extraescolares, Juan Limón.

Apenas hay absentismo y se intenta atajar rápidamente cualquier conflicto entre alumnos.

«Las actividades extraescolares son un medio para que interioricen las normas de convivencia», precisa Nieto. Y Limón añade que se les inculca que representan al instituto vayan donde vayan.

«Es como una gran familia», resume Estrella, que regenta la cafetería y es madre de una antigua alumna y de una estudiante de Bachillerato.

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