Los tres españoles de la flotilla atacada por Israel permanecen encarcelados tras rechazar la deportación

01/06/2010

Manuel Tapial, Laura Arau y David Segarra están «bien» en un centro de retención al sur de Tel Aviv.- Otros activistas, como la Nobel noirlandesa Mairead Corrigan, aceptan volver de forma voluntaria a su país.- Algunos heridos denuncian maltratos


Los tres españoles que viajaban en uno de los barcos de la Flotilla de la Libertad permanecen retenidos en un centro al sur de Tel Aviv tras haberse negado a ser deportados a España. Manuel Tapial, Laura Arau y David Segarra están «bien» en el centro de Beer Sheva a la espera de ver cómo se resuelve su caso, según ha informado hoy el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos.

En declaraciones a los periodistas antes de participar en un acto en la Casa América de Madrid, Moratinos ha recomendado a los tres españoles que firmen el acta de deportación para regresar a España de forma inmediata. De no hacerlo amparándose en «razones legítimas», ha apuntado el ministro, entrarían en un proceso de expulsión que sería «más largo». «Lo mejor para todos es que puedan volver cuanto antes, pero les corresponde a ellos tomar la decisión», ha añadido Moratinos. El número dos de la Embajada de España en Israel, Juan González Barba, se encuentra en estos momentos reunido con Tapial, Arau y Segarra para analizar la situación y tratar de persuadirles para que vuelvan a España. Moratinos ha señalado que la legación diplomática española está en contacto con las familias para mantenerlas al tanto.

La familia de Laura Arau ha podido hablar hoy por primera vez por teléfono con la joven activista, quien les ha comunicado que tanto ella como su compañero, Manuel Tapial, y el periodista David Segarra, están siendo bien atendidos en el centro donde se encuentran retenidos. Laura ha comentado a su familia que ellos no fueron testigos directos de la agresión, ya que se encontraban en el mismo barco en que viajaban los periodistas.

629 encarcelados

Las últimas horas han sido muy tensas en el puerto israelí de Ashdod. Al menos 629 activistas de la flotilla humanitaria van a ser encarcelados, 50 ya han sido repatriados y 46 se encuentran hospitalizados, nueve de ellos con heridas graves, según han informaron este martes las autoridades israelíes. La mayoría de los detenidos son turcos, pero también figuran entre ellos israelíes, palestinos, estadounidenses y numerosos europeos.

Gran parte de los activistas de la flotilla atacada por Israel , fueron detenidos nada más pisar tierra, 16 horas después la acción militar en aguas internacionales. Los que van a ser encarcelados son aquellos que se niegan a volver de forma voluntaria a sus países, e incluso algunos han arrojado sus pasaportes al mar.

Esta negativa les convierte ahora frente a las autoridades israelíes en inmigrantes irregulares y, por tanto, quedan detenidos. Para todos aquellos que rechazan abandonar el país -la gran mayoría-, comienza ahora; tras los intentos de identificación, un proceso judicial que culmina en la expulsión. 50 activistashan sido traslados al aeropuerto Ben Gurión para ser repatriados voluntariamente. Entre ellos, la Nobel noirlandesa Mairead Corrigan y dos parlamentarias alemanas, que partido hacia su países, donde ofrecerán ruedas de prensa para relatar su testimonio sobre lo ocurrido en el asalto israelí.

La conmoción por el ataque sigue sacudiendo a Estados, ONG y asociaciones y organizaciones internacionales y provocó durante todo el día de ayer una cadena de reacciones de repulsa y la llamada de varios países a los embajadores israelíes acreditados en su territorio. Esta madrugada, el Consejo de Seguridad de la ONU ha lamentado la pérdida de vidas humanas y los heridos, pero no condena al Gobierno Israel.

«Toda esta brutalidad era innecesaria»

Los heridos fueron ingresados en el hospital de Bazilai, en la localidad de Ashkelon, a medida que llegaban a puerto. Los de mayor gravedad fueron trasladados en helicóptero directamente desde los barcos. «Me han pegado, tengo todo el cuerpo magullado, pero no me dejan enseñarlo. No soy violento. Toda esta brutalidad era innecesaria», proclama a voz en grito un activista. El resto de activistas fue llegando a lo largo del día al puerto de Ashdod, donde se agolpaban familiares y periodistas. Ante ellos, una portavoz del Ejército israelí, Avital Lebovitch, admitió que el asalto se había producido en aguas internacionales, «pero cuando un país está amenazado, tiene derecho a defenderse».

Un gran hermetismo rodeó la llegada de los integrantes de la flotilla a este puerto del sur de Israel. No era posible siquiera comunicar por teléfono con los tripulantes detenidos. Los periodistas fueron escoltados por la policía y expulsados del recinto portuario tras un intento frustrado de acercamiento al lugar de los hechos y tuvieron que conformarse con los testimonios de segunda mano que ofrecían los distintos portavoces que acudieron a la colina, donde se colocaron lo periodistas, para ofrecer su versión. «Salían del barco resistiéndose, forcejeando», explicó Shahar Arieli, portavoz del Ministerio de Exteriores de Israel.

La falta de información no sólo afectó a los periodistas. Los familiares de los activistas tampoco pudieron hablar con ellos. Ayer no sabían si sus hijos estaban entre los vivos o entre los muertos. «La última vez que hablé con mi hijo fue a las cinco y media de la mañana. Me dijo: ‘Los barcos de la Armada nos han rodeado», cuenta Pninas Feiler, israelí y madre de Dror, un conocido activista propalestino afincado en Suecia. Y añade: «Estoy preocupada por mi hijo, pero también por mi país. ¿Cómo se puede apretar el gatillo con tanta facilidad?».

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