¡Dios mío, qué diputados!

10/07/2009

Tenemos una clase política de garbancero manchego, de sastrería a medida, del eterno «Hueso de caña».
Son pocos gracias a Dios, pero esos pocos enfadan a muchos y entre esos muchos estoy yo.


Dicen los agricultores que en toda tierra de garbanzos, siempre surgen garbanzos negros, sin encontrar una explicación no científica, en mi infancia, curiosamente ante el cocido madrileño, mi hermano Rafael y yo, discutíamos por el garbanzo negro y el hueso de caña.
Hoy me recuerda eso en los políticos, pelean por culpar al contrario de un garbanzo negro en sus filas, o un «Hueso de caña», que aprovechan para dar caña al contrario.

Pero lo peor de todo es el espectáculo que dan a los ciudadanos, que descargamos nuestro enfado en estas páginas.
Tenemos una clase política de garbancero manchego, de sastrería a medida, del eterno «Hueso de caña».
Son pocos gracias a Dios, pero esos pocos enfadan a muchos y entre esos muchos estoy yo.

Hoy trabaja la justicia,/
con presuntos aforados,/
la justicia de los ricos/
superior, suprema, ¿acaso/
porque son de otra clase,/
clase altiva y disfrazados/
de corderos, fieros lobos./
¡Dios mío, que diputados!/

Si Hernández hoy los viera (1)/
fanfarrones e imputados/
por presuntos trincones,/
con sus trajes provincianos/
y ojos de sacrosanto/
salpicados por el fango./

Estos que me negaron libertad/
sentados en sus escaños,/
cuando pedí dignidad/
contestaron con mil rayos,/
con una ley infumable/
propia de un siglo pasado./

¿Y preguntáis por qué escribo?/
cuando os miro imputados,/
vosotros padres del pueblo,/
presuntos y presuntando/
os sueño tal como sois,/
demonios atormentando,/
sois a veces como buitres/
carroñeros por avaros./

(1) Poeta Miguel Hernández

JOSMAN.

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