Carta al Director de Justicia Universal

El sacerdote Miguel Woodward murió a bordo del buque escuela Esmeralda, después de ser torturado. Ocurrió en Chile en 1973 y desde entonces su hermana no ha cesado en el empeño de pedir Justicia. Víctimas así también hay en Guatemala, en Argentina o en El Salvador. O se producen hoy en China, con los practicantes de Falung Gong. Ha ocurrido en Gaza, en Colombia y en una larga lista de lugares, siempre bajo el denominador común de ser algunas de las páginas más atroces de la Historia.

Leganés, 17 de mayo de 2009

Señor Director:

El sacerdote Miguel Woodward murió a bordo del buque escuela Esmeralda, después de ser torturado. Ocurrió en Chile en 1973 y desde entonces su hermana no ha cesado en el empeño de pedir Justicia. Víctimas así también hay en Guatemala, en Argentina o en El Salvador. O se producen hoy en China, con los practicantes de Falung Gong. Ha ocurrido en Gaza, en Colombia y en una larga lista de lugares, siempre bajo el denominador común de ser algunas de las páginas más atroces de la Historia.

La tortura, las desapariciones, los asesinatos, los genocidios… son los crímenes más horribles que pueden cometerse. Han dejado tras de sí miles de vidas cercenadas y un reguero de culpables que nunca han sido castigados. Por eso es importante la jurisdicción universal. Porque los culpables no pueden quedar en la impunidad es necesario que en cualquier parte del mundo se pueda investigar y procesar a quien sea responsable, sin importar su nacionalidad o el lugar donde se cometieron.

España está hoy en boca de todos por ejercer esta jurisdicción, algo que es coherente tanto con sus leyes nacionales como con los acuerdos internacionales que ha suscrito. Para abordar este debate, hay que pensar en primer lugar en las víctimas y en lo terrible que sería su olvido sin Justicia. Los derechos humanos, como dice Amnistía Internacional, deben estar por encima de todos los intereses, incluyendo los políticos y económicos.

Atentamente,
Miguel Muga Madrid. Leganés