Secuestro a golpe de verso

Un grupo de escritores de Leganés, cansados de que «nadie les haga caso», baja al Metro armado con un megáfono para regalar poemas.

Escritores sin apellido secuestran el Metro armados con un megáfono. «Somos poetas y nadie nos hace caso». Es su grito de guerra, seguido por versos gratis ahogados por el ruido de Metrosur. Entre el público subterráneo hay escépticos (muchos) y oyentes sensibles (menos).

Los hay que se levantan para irse, y que se acercan para interesarse. Para los participantes, es todo un éxito. «Hasta nos aplauden», dicen Yoel, Christian, Adriana, Gerardo y Carmen, después de tragarse los nervios y hacerse dos veces el trayecto que va desde El Carrascal hasta Puerta del Sur gritando versos.

«Tirarse al Metro no es exclusivo de suicidas o músicos», dice Andrés, padre de la iniciativa y del Colectivo de Escritores Patrañas. «Sabíamos que nuestro público estaba abajo», asegura. Y fueron a buscarlo. El viernes pasado, y tras «el gran éxito» de la semana anterior, los poetas volvieron a tirarse a las vías. «Cada minuto me parecía un corazón», se oye a Andrés en El Carrascal… «Como estoy mudando la piel no te extrañe que no te coja el teléfono», le sigue Yoel en Zarzaquemada… «Siempre que llueve en tu barrio estoy sin paraguas», dice Adriana llegando al hospital… «Â¿Cúantas veces tienes que coger el Metro para que te compense comprarte el abono?», sigue Christian… «Â¿A qué hora quedamos?», se pregunta Carmen.

UN VERSO, UN APLAUSO

Una chica aplaude a rabiar y nadie le sigue. Un niño se cuelga de una barra cercana para escuchar mejor. Dos chicos escuchan atentos. Al fin, un grupo aplaude a los poetas. Con eso están pagados. «Gloria va siempre disfrazada, disfrazada de madre, de esposa, de cajera de supermercado. Tiene un disfraz para cada ocasión, a veces los combina y va de amante esposa, de cajera y amiga, de confidente madre o de hija devota…», recita Adriana. El tren llega a El Carrascal. Final del trayecto. Repetirán en septiembre.